SOLO DE… “Compañía Oblicua en el Fernández Blanco”

Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Suipacha 1422.
Domingo 30 de octubre de 2005, 20.00

COMPAÑÍA OBLICUA, música contemporánea. Dirección: Marcelo Delgado. Integrantes: Adriana Montorfano y Sergio Catalán, flauta y piccolo. María Eugenia Marsili, oboe. Federico Landaburu, clarinete y clarinete bajo. Julieta Di Fede, fagot. Agustina Guidolin, trompeta. Mariano Nardini, saxo. Elena Buchbinder y Cecilia García, violines. Mariano Malamud, viola. Fabio Loverso, violoncello. Facundo Ordoñez, contrabajo. Luis Orias Diz, guitarra. Diego Ruiz, piano. Matías Keller Sarmiento, percusión. Cecilia Pastorino, voz.

La Compañía Oblicua se presentó el domingo pasado en el Museo Fernández Blanco, con la dirección de Marcelo Delgado. Esta agrupación, creada en 2004, explora el universo musical del siglo XX y del XXI, combinando autores consagrados con nóveles. En esta oportunidad, el programa propuesto por la Compañía estuvo integrado por tres bloques temáticos, unidos entre sí por dos obras (podríamos decir cómicas) que funcionaban de “intermezzi”. Esta disposición fue explicitada por los intérpretes en el programa de mano, tomando la metáfora de un viaje con sus distintos tramos y estaciones.

En el primer bloque, encontramos tres compositores vivientes de diversos orígenes con obras escritas para un solo instrumento. Come vengono prodotto gli incantesimi? (1985) del italiano Salvatore Sciarrino (n.1947) explora las dimensiones expresivas y técnicas de la flauta, desde el soplido por la boquilla con y sin altura definida hasta una interpretación tradicional, pasando por los efectos propios del instrumento, más otros que requiere el autor como la ejecución de escalas en las llaves sin soplido. El flautista Sergio Catalán cumplió con todas las peripecias propuestas, generando una tensión dramática que es planteada desde la escritura por Sciarrino.

Un estudio para trompeta de Mauricio Kagel (n.1931), Old / New (1986) es demasiado simple luego de la escucha atenta que exigió la obra anterior. Como si la pieza del compositor nacido en Argentina, radicado en Alemania hace más de tres décadas, perdiera su frescura y su simpleza al lado de su vecino siciliano. De todas formas, la trompetista Agustina Guidolín ofreció una versión precisa y académica que cumplió con justicia a la miniatura kageliana.

Cerró esta parte Improvisation 3 (1973) del japonés Ryo Noda (n.1948), concebida para saxo alto e interpretada por Mariano Nardini con precisión. Ryo Noda explora todo el registro del instrumento hasta el extremo tal de saturar el sonido en la parte aguda, dando por resultado un impacto dramático muy fuerte, en contraste a partes más delicadas y detallistas de una escritura fragmentada.

El primer “intermezzo” jugó con el factor sorpresa que propuso Serenata del argentino Antonio Zimmerman (n. 1971), egresado de la UCA donde tuvo como profesores a Roberto Caamaño, Marta Lambertini y Gerardo Gandini. Esta obra, estrenada en 1997, está escrita para dúo de flautas… ¡y teléfono! En primer lugar, fue sorprendente, que en el medio de las escalas y trinos en un diálogo fluido que realizaban los flautistas, escuchar la campanilla de un teléfono. Uno toma una actitud de fastidio por su sonido, quizá pensando que la gente del Museo se hubiera olvidado de desconectar el teléfono en esa sala… Pero en una segunda oportunidad que suena se da cuenta que está todo premeditado: los instrumentistas cambian de “tempo” y figuraciones. Finalmente, se lo toma a risa cuando al término de la obra una de las flautas imita ese sonido otrora molesto.

Morton Feldman (1926-1987) fue el que acaparó el segundo bloque propuesto por la Compañía Oblicua. En primer lugar, My viola in my life 3, para viola y piano (1970), es un claro exponente de la estética del estadounidense, con una escritura carente de efectos y direccionalidad. En una dinámica suave, casi inaudible, la viola presenta motivos mínimos y sólo en dos ocasiones realiza un arpegio ascendente muy expresivo. Mariano Malamud interpretó la pieza de manera impecable, con el acompañamiento preciso de Diego Ruiz al piano.

Luego, se interpretó Routine investigations (1976), para oboe, trompeta, piano, viola, violoncello y contrabajo. Aquí también se pudo apreciar la sensibilidad por los detalles de Feldman, con la repetición de motivos mínimos, dinámicas suaves y un uso de los instrumentos despojado de convencionalismos, buscando el sonido propio y particular. Esta atípica formación instrumental sonó ajustada con la dirección de Delgado.

Segundo “intermezzo” de la noche: la última composición que realizó Igor Stravinsky (1882-1971), The owl and the pussy-cat (El búho y la gatita, 1966), canción con texto de Edward Lear, originalmente para soprano y piano. La narración de las aventuras de estos dos animales y su romance encontró una voz sutil en Cecilia Pastorino, que quizá se perdió en las condiciones acústicas del Museo y por el acompañamiento siempre presente del oboe y el fagot, elección para esta versión que recuerda de cierta manera al Octeto para instrumentos de vientos del mismo compositor.

La ya clásica The unanswered question (La pregunta sin respuesta, 1946) de Charles Ives (1874-1954) fue el puntapié inicial para recorrer el último tramo de este concierto, que se caracterizó por tener en común el procedimiento compositivo de la yuxtaposición (temática, rítmica, estilística y/o armónica). La superposición de texturas, material temático y “tempos”, tan original del compositor estadounidense, encontró una buena traducción en la versión presentada, aunque quizá con una “pregunta” un tanto dubitativa.

Clapping Bianca es una creación de la Compañía Oblicua que combina la canción Bianca (1984) de Egberto Gismonti (n.1947), Clapping Music (1972) de Steve Reich (n. 1936) y momentos de improvisación que exploran el timbre de la guitarra, el violoncello y el contrabajo. Estos materiales musicales tan heterogéneos (la melodía característica del genial creador de Brasil, el dúo de palmas del minimalista estadounidense y la libre elección de los músicos al improvisar) se van superponiendo sin jerarquías, generando en el transcurso del tiempo un verdadero impacto auditivo.

Distintas canciones populares mexicanas se van yuxtaponiendo, creando multimetrías y politonalidades, en Ocho por radio (1933/4) de Silvestre Revueltas (1899-1940). Esta pieza de carácter festivo y popular pone de manifiesto la creatividad particular del compositor mexicano, interpretada en una versión precisa y vivaz de la Compañía.

Este encuentro con la Compañía Oblicua ha permitido apreciar el trabajo minucioso y de calidad que tiene cada uno de sus instrumentistas con la guía experta de Marcelo Delgado. Así se pudo acceder a ese mundo sonoro pocas veces interpretado del siglo XX que cuenta con características interesantes y expresivas, diferentes y, por qué no, placenteras. En este comentario he tratado de reflejarlas, con el fin de que cada uno pueda tener esa vivencia extraordinaria y singular cuando los Oblicuos se vuelvan a presentar.

Luciano Marra de la Fuente

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